No hay mito más grande en la profesión del periodismo, que la objetividad. No existe tal cosa. Hay diferentes medios, y así mismo diferentes intereses. Por más que un periodista se apegue a los «patrones morales y profesionales» del rubro, su noticia siempre estará impregnada de los intereses que él o sus superiores posean. Hay que tener este ultimo punto claro para comprender lo que sucede en Latinoamérica con la
prensa oligarca que hace negativa campaña a los gobiernos progresistas y revolucionarios que luchan por un cambio real en sus países y en el continente.
Los medios de los antiguos amos mienten libremente, propician la desobediencia y la violencia, llaman a golpes de estado, hacen una crítica vulgar, ocultan los avances, agrandan los problemas y por último gritan «¡Aquí no hay libertad de prensa!».
Los que hayan ido a Venezuela y encendido el televisor y sintonizado algún canal privado (Globovisión es la joya), sabrán de que hablo. Los que vayan a Honduras y paseen, con su control remoto o dial, por los canales, me comprenderán. Así mismo los que hayan visto televisión en Ecuador, Bolivia y otros países donde la prensa privada defiende los intereses de unos pocos e invalida los derechos de las masas populares. Es nauseabundo.
En el 2002, las televisoras privadas en Venezuela llamaron abiertamente a un Golpe de Estado, cuyas consecuencias incluyeron la pérdida de múltiples vidas y la deposición temporal de el Presidente Chávez, elegido legítimamente por su pueblo. En Honduras, los medios de los grandes empresarios de la información, apoyaron el golpe de estado al Presidente Zelaya, luego se encargaron de ocultar el caos en que se encontraba el país, transmitiendo noveluchas, series y dibujos animados. Y se pueden citar muchos ejemplos más, pero ese escrito que pretende ser breve, se haría interminable.
Seamos claros. Los medios privados pertenecen a la oligarquía y representan los intereses oligarcas. Sus noticias no son objetivas. Actúan a manera de proyectil contra las conciencias de la gente. Utilizan la mentira y muchas veces el miedo para lograr sus propósitos y varias veces sus métodos desencadenan en eventos fatales. Son criminales que se piensan impunes. Después se les puede ver haciendo berrinche cuando uno de sus canales, periódicos o radios: fábricas de mentiras, es cerrado o clausurado.
Las clases sociales son irreconciliables, ellos nos lo dicen a diario con sus acciones que violentan la integridad de las revoluciones que nacen en nuestra América. Ellos declararon la guerra, no sólo a los gobiernos que representan estos movimientos progresistas sino a la voluntad popular que los eligió. Ahora deben pagar las consecuencias.